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Fabulismo o fantasías insólitas - Textos

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A mediados de la década de los años sesenta, el crítico de arte Ramón Faraldo comentaba así esta etapa titulada FABULISMO.

Formalmente uno piensa en los cuadros después de verlos, pero los firmados Ramiro Tapia, dan que pensar primero; después los vemos. También el arte, dicen, es para abordar el mundo y sus misterios. Mas, si lleva aquella firma, es para no olvidar el mundo, precisamente en sus misterios, vengan de hombre o de mar, de volcanes o espejos.

Un cuadro de Ramiro Tapia o bien observa estas querencias, o bien o es Tapia. Estos requieren candor y sigilo, ver de día y de noche, tutear la intemperie y la melancolía, callar y pintar. El arte en general se ha proclamado fiel al espíritu de esta época: el particular de Ramiro Tapia se proclama fiel e infiel, elige esta época u otras pasadas y futuras, y silencia el espíritu porque éste es su herramienta de trabajo. Los cuadros de Tapia conocen cuanto les conoce, sea Werther o Berceo, plumaje o cerámica, rosa del Sur, despojo marino, balada o disparo, viruta lunar o gota de sangre. El arte, según se ve, es un derecho a disponer respetuosamente de la Creación, y no una fidelidad preceptiva a determinado tiempo que pasa o a determinado espíritu, que obvia nombrar.

Cuando en óleos, lacas y dibujos, moviliza criaturas y atmósferas, símbolos extraídos del mar, de desvanes, bosques, viejos anaqueles, fondos de espejos, historias naturales y sobrenaturales, paisajes vivientes o yacentes, Tapia proclama, desde luego, el derecho a soñar, pero también el derecho a una mística o religiosidad, como las mantenidas por Bergmann y Resnier en áreas del cine; por Lawrence y Hauser, en las literarias, y por la música joven inglesa y americana.

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