Para los egipcios, realizar un jeroglífico significaba DAR LA VIDA A ALGO, e incluso DAR LA VIDA ETERNA.
Actualmente estoy explorando estas formas herméticas y ambiguas: es un trabajo HETEROGÉNEO, como el país al que pertenezco, mezcla de moros, cristianos, judíos, conversos, hidalgos, bandidos y santos, amén de todas las diversas razas que lo poblaron.
El método que aplico consiste en "bucear" en mis propios pasadizos, sumergiéndome en los LABERINTOS DE MI INTERIOR para transmitir aquello que inspira mi realidad sensitiva.
Allí están las intuiciones, esos impulsos que emergen del espíritu bombeando efluvios de pasiones que finalmente configuran la auténtica creación. Así se produce el encuentro simultáneo con mi esencia más profunda y con el mundo exterior, se originan diálogos entre diferentes estímulos y sentimientos que son expresados mediante símbolos y claves, figuras icónicas, jeroglíficos y alegorías geométricas.
Cada estado de ánimo se traduce en esquemas gráficos, signos y colores. Formas diversas que se reproducen en una pantalla cerebral, configurando el conjunto plástico que determinará la obra definitiva. Se trata entonces de ordenar todos estos jeroglíficos y símbolos, de juntar las piezas de un extraño puzzle. Me sumerjo en su diversidad y voy explorando las distintas soluciones a los sucesivos problemas que se plantean en el transcurso de mi trabajo, ya que mi propuesta no es hallar fórmulas, sino abrir nuevas vías y proponer nuevas alternativas para la pintura.
La curiosidad me induce a experimentar una y otra vez ese vértigo frente a lo desconocido, esa sensación de peligro inquietante, la angustia del "salto en el vacío". Así, los LABERINTOS nos invitan a salir de ese ovillo enmarañado que es nuestra existencia y a dominarla aceptando, precisamente, cuanto tiene de complejo y de ininteligible.
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