RAMÓN FARALDO. crítico de arte. 1970. Presentación del catálogo
Esta competición es entre el destino del hombre y el poder de sus fabricaciones. Es decir, del autor contra los personajes que le dieron gloria. Máquinas y hombres: éstos seguirían siéndolo sin aquéllas, pero humilladamente, renunciando a cuanto hizo su orgullo y sus proezas.Construimos máquinas para hablar, calcular, ascender, hendir, vencer. Las fábricas del hombre fabrican todo. Están preparadas para fabricar hombres.
A una prueba de este calibre asistimos hoy. Nos queda a los hombres el don de creer, último reducto de la especie. ¿Pienso, luego existo?... No. El viejo axioma ha enmohecido ante los hechos. Hay engranajes pensantes, en ciertas condiciones. No hay engranajes, creyentes, en ninguna condición.
Hoy ha de decirse «Creo», para decir «existo». Si estamos entre hombres.
¿Chanza, ciencia-ficción, supermercado de robots? Aquí debatimos un derecho a ser o no bautizados con gasolina.
A Ramiro Tapia, este debate le sale por los ojos, como el entusiasmo o la melancolía más otras substancias adheridas a su mirada y a su sueño.
Émbolos, tracciones, ballestajes, níquel e hidrógeno flotan mezclados con presencias amadas o indestructibles, con esbelteces, penumbras, púrpuras, espejos, nombres. Esta prueba de fe sobre la máquina tiene por centro ceniza española, que el viento no se llevó. Quizás los pardecidos, frontalidad, estatuaria mística e imperial nazcan del mismo hoyo Velazqueño, donde permanecen espadas, claveles y abarcas.Es decir: Tapia obtiene, por soldaje plástico, la forma en pie de la realeza, y plantea desde las entrañas la cuestión pendiente. ¿Qué ocurre ahora? Galvanizados, amiantos y tracciones pueden decir «Yo»: pueden integrarse en criaturas activas e históricas, aspirar al trono, mandar y matar. Los mecanismos articulados por Tapia no constituyen autómatas, sino retratos identificables y museables. Completan legítimamente «las voces del silencio», como el arcabucero de «La Ronda de Noche» o aquellas damas de plomo y bucles firmadas Velásquez.
Conseguido esto, es decir, casi todo, Tapia nos deja sólos con estos seres.
Podemos interrogarlos. Yo conversé con ellos largo rato. Solamente no les interrogué respecto a que esperan ó creen. No hablamos de EL. Ignoro si esta omisión partió de mí, o me fue impuesta por ellos. Si alguien decide abordar el tema, y obtiene respuesta, ruego encarecidamente que me lo haga saber.
Exposición en la galería Fauna's de Madrid.
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A.M. Campoy, Crítico de arte ABC. Viernes, 16 Abril 1971
El pintor que comenzó exaltando la inmediata gracia del color, se adentra ahora en una construida pesadilla metafísica que, si enraizara en lo clásico, sería muy del gusto de Giorgio de Chirico. Hay en sus "máquinas creyentes" una cita de fabulosas arquitecturas arcaicas y de sombrías imágenes futuras, como ocurre en las inquietantes historias de Peter Kolosimo, donde los profetas vagabundos y los dioses solares y lunáticos retornan a las evanescentes Atlántidas. ¿Sellos secretos de una ciencia-ficción? Sí, macizos símbolos extraterrestres, sueños de un ayer muy remoto o de un mañana muy lejano, personajes sin rostro, como los de Brian Aldiss, testigos del lento morir de la tierra...
Cada literatura, cada época, ha tenido su correspondiente proyección plástica, su explicación en imágenes paralelas, su ilustración. Velázquez materializó la visión del clima de Felipe IV, William Blake ahondó en sus fantasmales experiencias de poeta iluminado; Ramiro Tapia, ahora, ilustra los dormidos recuerdos y las raras premoniciones de nuestra raza de hombres, como lo hacen Erich von Daniken, Rayer, Ballard, Sellings,... En realidad, el arte costumbrista, en literatura como en pintura, es una inercia más o menos dulce del inmediato ayer, pero lo que hoy angustia al artista es la incertidumbre del pasado remoto y del porvenir inimaginado, y esa angustia es la que, al poetizarse en la invención, produce esta inquietante fauna de Ramiro Tapia, ante la que no sabemos si estamos frente a la zoología o a la arquitectura, o frente a las dos cosas... (Fauna's, Galería de Arte).
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José Hierro - Poeta. Nuevo Diario, Abril 1971
Esta pintura que Ramiro Tapia expone en Fauna's parece el resultado del mito que se ha hecho técnica, que se ha hecho arquitectura."Máquinas creyentes" es el nombre que da el pintor a estas tabulaciones donde los signos que un día tuvieron significados se articulan y combinan hasta convertirse en máquinas imposibles, en arquitecturas de pesadilla, en seres irreales como las fantasías del Archimboldo.
El surrealismo es para este artista una sirena que le llama de lejos. No se piense que se trata de un surrealismo de escuela, sino de un halo de magia y misterio que envuelve estas creaciones tan profundamente, tan intensamente pictóricas. Porque Ramiro Tapia busca, antes que nada, la plasticidad: la ordenación de tonos, la riqueza de la calidad; todo lo que hace densa una pintura y la aleja del riesgo ilustrativo. No ve la cascara, la superficie, sino lo escondido. Sus imágenes persuaden -por la sabiduría técnica- en vez de solo informar, cosa que corresponde al plano de la visión, no de la expresión.
"Buena invención, buen diseño, buen colorido y bella manera" era lo que Pacheco exigía a la pintura. Aunque lejos en el tiempo y en el concepto creador. Ramiro Tapia parece acatar estas exigencias del arte tradicional.
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